AA.VV
Un rompecabezas para el viajero curioso
Es un país colosal, por su extensión y por la aureola viajera que emana. El territorio turco, 1,5 veces mayor que el español, se estira entre los mares Egeo, Mediterráneo o Negro, las montañas del Cáucaso o Persia, y los desiertos de Iraq o Siria. Tan legendarios confines sirven de marco a Anatolia, una inmensa y desolada altiplanicie cubierta de gramíneas donde el viajero aún percibe el rastro de las antiguas caravanas de mercaderes que abastecieron Oriente y Occidente; el galope de ejércitos ávidos de tierras y de gloria, siempre a punto de entronizar dinastías y forjar imperios; y hasta el paso de los viajeros que siguieron la mítica ruta hippy hacia la India durante las décadas de 1960 y 1970.
El interés turco, en cualquier caso, no se agota con los grandes acontecimientos del pasado. Ni mucho menos. Quien hoy regrese a cualquier gran ciudad del país tras alguna década de ausencia, se asombrará ante el veloz advenimiento de una Turquía moderna, con una inmensa clase media bien nutrida de titulados universitarios. Una Turquía deseosa de ocio, al día en tecnologías de vanguardia y con una potencia económica que salta a la vista; un país próspero y joven. De manera paradójica, también hallará una sociedad más conservadora que la que, hipotéticamente, dejó, muchas de cuyas mujeres salen voluntariamente a la calle con los cabellos cubiertos, y donde un partido de inspiración islámica recibe el apoyo de la mayor parte de la población, tanto en el campo como en muchas ciudades.
Efectivamente, visitar la Turquía actual es adentrarse en un experimento político fascinante: el de una sociedad democrática que, libremente, apuesta por una modernidad selectiva e intenta adoptar solo los aspectos del magma globalizador que le interesan, de manera discriminada. En este sentido, no se debe olvidar que Turquía fue una referencia mencionada explícitamente por los movimientos emancipadores que zarandearon varias sociedades árabes a finales de 2010 y principios de 2011, desde el Yemen hasta Egipto. Para esos pueblos, el anhelo no es parecerse a Estados Unidos ni a Francia o Japón, sino a Turquía. Y lo mismo sucede en varias repúblicas ex soviéticas de Asia Central, que tienen la sociedad turca como modelo.
Agradecemos a Jaume Bartrolí y a Marc Morte la generosa ayuda que nos prestaron durante la concepción de este monográfico. Ojalá hayamos sabido transmitir sus sabias enseñanzas.
