El Mediterráneo que escapó de la rapiña
Bendita y maldita por su emplazamiento, Croacia casi equidista de los confines oriental y occidental de la cuenca mediterránea. También es un acceso natural entre ese mar y Europa Central. En tiempos de paz, su localización ha sido un maná de prosperidad, al convertirla en una base privilegiada para el comercio. Sin embargo, propició la codicia de sucesivas potencias del pasado, ansiosas de apropiarse de tan estratégico territorio: entre la Alta Edad Media y 1991, el país no fue soberano, su existencia estuvo sometida a entidades mayores. La misma identidad nacional refleja esa inestabilidad, forjándose en la mezcla y el rechazo, la suma y la negación: católicos entre ortodoxos y musulmanes, usuarios del alfabeto occidental junto a vecinos que emplean el cirílico...
Los límites actuales de Croacia se trazaron al final de la traumática fragmentación de la extinta Yugoslavia. En el país coexisten regiones con pasados e identidades muy distintos. Basta ascender unos centenares de metros para pasar del dominio de los mejillones y el pescado al del oso pardo; de la cocina a base de pasta al gulash. Así, cabe distinguir entre las llanuras interiores, agrícolas y de influencia austro-húngara y otomana; y la costa, donde se concentran las herencias de Roma y Venecia. Las separan los Alpes Dináricos. Además, en la costa coexisten unidades con personalidad propia: Istria, cuya raíz italiana se diluyó mediante transmigraciones al acabar la Segunda Guerra Mundial; y Dubrovnik, independiente hasta el siglo xix y hoy separada del resto del país por el corredor de Trebinje, salida al mar para Bosnia-Herzegovina.
Adormecida durante décadas de economía socialista, Croacia escapó de la rapiña especulativa que arrasó otros litorales mediterráneos en la segunda mitad del siglo xx. Sus costas conservan paisajes de inmaculada belleza, y sus pueblos y ciudades exhiben atmósferas antiguas, oficios y formas de vida desaparecidos en otras zonas.
El futuro de esas presencias es incierto: país muy joven, Croacia se mira en el espejo de Europa Occidental, y cuando ingrese en la Unión Europea, la modernización se acelerará. Es inevitable. Además, probablemente, responde al deseo de sus habitantes. Por eso, este es un buen momento para descubrirla, antes de su dilución en el magma globalizador.
El monográfico sobre Croacia de la revista Altaïr se ha beneficiado de la generosa aportación de Sania Jelic, Jordi Canals, Rossend Domènech y Eladi Romero, con sus sabios consejos y sensatas propuestas.