En 1991, fue la última vez que una expedición equipó por sus propios medios toda la ascensión del Everest desde el Campo Base hasta la Cima de la montaña. Al año siguiente ya los Khumbu Doctors comenzarían a profesionalizar la ruta cobrando peaje por el uso de las cuerdas fijas que instalan.
La Expedición Valenciana de ese año, pese a ser su primer intento y no tener pues experiencia previa en la montaña, consiguió alcanzar la Cumbre del Everest. Que la primera vez que se intenta un ochomil se haga cumbre no es nada habitual en el mundo del alpinismo, máxime si estamos hablando de la montaña más alta del mundo con sus 8.848 m.
Otro dato más de aquella extraordinaria expedición, al contrario que suele ocurrir en todos los relatos de alpinismo, ese año no murió nadie, incluso hubo dos personas que le deben la vida a los nuestros, pues los salvaron de una muerte segura.
Anatoli Bukreiev, el que cinco años después se convertiría en el ángel de la tragedia que asoló al Everest en 1996 salvando a tres personas de una muerte segura a más de 8.000 metros, puedo certificar su primera ascensión a la montaña más alta del mundo gracias a un crucifijo que dejó allí uno de los expedicionarios valencianos. Años después, tras su muerte, Iñaki Ochoa de Olza cerraría esta historia dejando esa misma cruz en la cima del Lhotse, el pico hermano del Everest.
También en ese 1991 comenzaron a acudir al Campo Base del Everest las primeras expediciones comerciales, aunque entonces los clientes todavía debían de acreditar experiencia en montaña, y con ellas coincidió la expedición española. Con ellas, y con una expedición francesa conocida como la Expedición Turbo porque pretendía hacer París-Everest-París en 30 días, que por cierto fracasó, tuvo que lidiar la expedición española.
Uno de los expedicionarios valencianos llegó a la cima casi ciego y alcanzó la seguridad del Campo II gracias al jefe de expedición que tuvo que renunciar a la cumbre. Sin embargo, su mujer, por una desafortunada casualidad supo de su dolencia pero por un fallo de comunicación no pudo saber que había ido recobrando la visión al ir bajando hasta varios días después, cuando él ya estaba a salvo en el Campo Base.
Estas y muchas otras historias son las que perlaron el éxito de la Expedición Everest 91 y de las que daremos debida cuenta en la presentación del libro Everest 1991. La Última Expedición Clásica.